(Publicado en Revista Olímpica. Comité Olímpico
Colombiano. Número 36. Mayo-junio 2014).
Se cumplen 20 años desde que el mundo fue testigo del atroz genocidio
ocurrido en Ruanda. Luego del conflicto
se utilizaron diferentes estrategias para lograr la reconstrucción
nacional. En este escenario el voleibol
sentado ha jugado un rol muy importante evidenciando, una vez más, las grandes
posibilidades del deporte como medio para la reconciliación y la paz.
Ruanda es un pequeño país ubicado en África Central que no cuenta con
grandes recursos naturales ni un desarrollo industrial importante, por lo tanto
presenta serias dificultades económicas, situación que se refleja en la baja
cobertura en servicios públicos y problemas de salubridad que afectan
considerablemente a su población.
Los primeros pobladores del territorio fueron grupos de cazadores pigmeos de etnia Twa y sobre el siglo XI llegaron a
habitar la zona los hutu. Tres siglos
después llegaron los tutsi iniciándose así una convivencia de confrontación
permanente hasta que en el siglo XVI estos últimos sometieron por la fuerza a
los hutu instalando un sistema señorial convirtiéndose en sus dominadores.
En el siglo XIX los alemanes invadieron el territorio hasta finales de
la Primera Guerra Mundial cuando (luego de la derrota alemana) los belgas se
quedaron con el control y desarrollaron una campaña de separación étnica
generando una brecha mayor entre hutus (85% dela población) y la minoría
dominante tutsi. Sobre la década del sesenta los hutus, apoyados por los
colonos belgas, se tomaron el poder, se abolió formalmente el gobierno
monárquico y se declaró Ruanda como república independiente.
A partir de ese momento el país vivió una época de violencia, auspiciada por
el gobierno, con acciones de grupos hutus contra tutsis que dejaron miles de muertos
y el exilio de casi la mitad de la población tutsi hacia otros países,
principalmente hacia Burundi. En 1990 los
ruandeses exiliados, organizados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR) y su
brazo armado, el Ejército Patriótico Ruandés (APR, Armée Patriotique Rwandaise),
regresaron al país desde el territorio de Uganda, para derrocar al régimen, iniciándose
así una guerra civil. En abril del año
1994 un atentado le costó la vida al presidente Habyarimana, hecho que fue
atribuido al FPR. Las fuerzas radicales
hutus tomaron el poder y la radio llamó a la población, previamente organizada
en grupos civiles armados y a grupos paramilitares, a “eliminar a las cucarachas (tutsi)” y se desarrolló así una campaña
de exterminio masivo de esta etnia sin discriminar mujeres, niños ni ancianos.
En cuatro meses las masacres sistemáticas produjeron casi un millón de
víctimas entre la población tutsi (y
hutus moderados). El panorama en su
momento fue desgarrador, cadáveres expuestos en las calles, aldeas arrasadas, charcos
de sangre en los campos, hambruna generalizada, miles de personas mutiladas, centenares
de fosas comunes y cientos de miles de refugiados.
Todo esto finalizó cuando una ofensiva militar del FRP logró el control
del país situación que generó que cerca de dos millones de hutus se exilaran en
Tanzania y Zaire temiendo las represalias del nuevo gobierno tutsi.
La reconstrucción nacional
Luego de la estabilización y el cese de actividades militares se
establecieron tribunales que buscaron aclarar la verdad y encontrar
responsables para el genocidio, lo cual que llegó a generar condenas a miembros
del gobierno de turno y que salpicó de culpabilidad a algunos países europeos. Se condenó igualmente la lentitud de la
acción de la ONU, incapaz de detener el genocidio (algunos miembros de los
Cascos Azules fueron asesinados durante el conflicto) y se le cuestionó que inicialmente
se limitó a auxiliar el éxodo de los extranjeros dejando a la población civil
tutsi indefensa.
Sobrevino entonces la tarea más importante para el país, la
reconstrucción nacional. Con este objetivo se fijaron diferentes estrategias
para la reconciliación. Ante este reto
histórico se tomó una decisión que fue fundamental (y tal vez la única posible), dejar de hablar de etnias y empezar a hablar
de un solo país para dejar atrás el odio histórico y mirar hacia un futuro
conjunto.
El voleibol sentado como estrategia de paz
El voleibol sentado es un deporte que hace parte del programa oficial de
Juegos Paralímpicos desde el año 1980 y es practicado por deportistas con
discapacidad física en ambas ramas. La
mayoría de los practicantes son personas con amputación de alguna de sus
extremidades inferiores y en muchos casos con doble amputación.
El Comité Paralímpico Ruandés empezó la implementación del voleibol
sentado desde el año 2005 iniciando con la capacitación de sus entrenadores en
países con mayor experiencia en esta modalidad. En el año 2008 se desarrolló un
seminario en Ruanda y en otros países de África Occidental y en ese mismo año
el país desarrolló su primer Campeonato Nacional con participación de 6 equipos. A partir de ese momento Ruanda inició un
programa denominado “Rumbo Londres 2012” que tenía como objetivo lograr la
clasificación de su equipo hacia los Juegos Paralímpicos de Londres.
El equipo de voleibol sentado de Ruanda se conformó con personas afectadas por el conflicto
armado, varios de los jugadores adquirieron la condición de discapacidad debido
a la acción de las minas o a enfrentamientos directos y algunos jugadores
procedieron de grupos armados de ambos lados del conflicto. El punto de partida fue muy claro, la
conformación de un equipo más allá de toda consideración que pudiera
dividirlos.
Luego de un juicioso programa de preparación el equipo finalizó su
proceso de clasificación imponiéndose sobre Kenia y la República Democrática
del Congo, hecho que le dio el pase a los Juegos de Londres. Ésta fue la primera vez que un deporte de
equipo ruandés clasificaba a los Juegos
Paralímpicos (y Olímpicos). El equipo de voleibol sentado se convirtió entonces
en un símbolo nacional y sus jugadores fueron exaltados en calidad de ídolos. Ellos fueron la materialización de una nueva
Ruanda y la evidencia de que los ruandeses unidos podían lograr muchas cosas.
En Londres Ruanda enfrentó a Irán, Bosnia-Herzegovina[1],
Brasil y China. En ese evento el equipo no
logró superar a ninguno de sus rivales.
La victoria deportiva era muy importante, pero lo más importante era que
doce millones de ruandeses vieran, por televisión, que los deportistas que
anteriormente se enfrentaron desde lados diferentes ahora compartían la misma
camiseta y el mismo orgullo de país. Lo
importante era que la nueva generación de niños y jóvenes vieran que el equipo
materializaba la esperanza de un mejor futuro para el país.
En la actualidad, los veinte años transcurridos desde el genocidio, no
han sido suficientes para borrar las heridas en cuerpo y alma dejadas por la barbarie
del conflicto. Los horrores del conflicto
no se olvidan. Todas las familias tienen a quien llorar; en el país hay millones de huérfanos, muchos de ellos presenciaron
los brutales asesinatos de sus padres.
Entre los sobrevivientes hay cientos de miles de personas con alguna
discapacidad, principalmente amputaciones (el machete fue el arma más utilizada
durante la ejecución de las masacres).
Pese a todos estos elementos se ha logrado la convivencia y la
aceptación del actual gobierno, que aunque tiene muchas declaraciones en contra
en asuntos de derechos humanos, ha logrado, sin embargo, una reconstrucción
económica que ya evidencia logros que catalogan a Ruanda como un país con
perspectiva de desarrollo.
Una de las figuras más visibles de este proceso es Dominique Bizimana,
capitán del equipo de voleibol sentado de Ruanda, quien perdió una pierna
cuando tenía 16 años y militaba en el FPR, la milicia tutsi que vino desde Burundi.
Cuando le preguntaron en
Londres en el marco de los Juegos Paralímpicos,
-¿Tú eres tutsi o hutu? Respondió enfáticamente. –“Soy ruandés y
estoy muy orgulloso de serlo”.
“Yo nací en el exilio, en Burundi
en donde mis padres eran refugiados. Mis
padres fueron perseguidos en Ruanda en 1959 y nunca se les permitió volver al
país. En 1990 cuando se inició la
“guerra por la liberación” liderada por el FPR yo era un adolescente que se
unió a la lucha por la libertad”.
“Es el mensaje del poder del deporte para unir a las personas y
derrumbar todas las barreras, para construir confianza en las personas que han
sido marginadas (como nosotros) por tener alguna limitación pero que pueden
representar al país en competencias de alto nivel como los Juegos
Paralímpicos”.
[1] Irán y Bosnia-Herzegovina han disputado las últimas 4 finales del
voleibol paralímpico masculino. En dos
ocasiones se ha impuesto Irán (2000 y 2008) y en las otras dos Bosnia-Herzegovina
(2004-2012).
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