KHALIDA POPAL

Cambiando mentalidades a través del fútbol

Publicado en Cartilla para deportistas. Sport  Power 2. Usaid/Arcángeles

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Khalida Popal nació en Afganistán en la época en que el país se encontraba bajo el control del gobierno talibán.  En ese momento, debido a una interpretación ortodoxa de la religión musulmana, la vida de la gente era regida bajo severas normas de convivencia social.  En ese marco, las mujeres tenían muy pocas posibilidades de desempeño social.  Se consideraba que su papel era estrictamente de carácter doméstico como madre y esposa.  La vida era regida por estrictas normas que indicaban sobre la forma de vestir, que implicaba la utilización del burka, un vestido que cubría todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, dejando visible solamente la parte de los ojos, de igual manera, le era prohibido a las mujeres asistir a la escuela y universidad; no les era permitido trabajar ni ejercer profesionalmente como tampoco les era posible practicar algún deporte. Los talibanes fueron derrotados en el año 2001, pero la cultura religiosa ortodoxa islámica instalada en la mentalidad de la sociedad afgana dejó remanentes difíciles de cambiar.  En ese contexto agravado por el permanente conflicto armado entre diferentes grupos que querían tomarse el poder, la familia de Khalida, al igual que millones de familias afganas salió del país para salvar sus vidas.

A Khalida le gustó el fútbol desde muy pequeña, “empecé a jugar fútbol desde muy pequeña con mis hermanos cuando vivíamos como refugiados en Pakistán durante el régimen talibán”.  A su regreso a Afganistán, empezó a asistir a la escuela con otras muchachas, todas mayores que ella, puesto que no habían podido estudiar debido a las prohibiciones. Un día su madre, una profesora de inglés del mismo colegio, le regaló un viejo balón de fútbol con el que Khalida empezó a jugar junto a otra compañera.  Paulatinamente se fueron sumando al grupo otras jóvenes hasta que se completaron dos equipos que se reunían diariamente para entrenar y jugar.

Un día durante la práctica con sus compañeras de equipo, unos hombres se acercaron y destruyeron el balón, robaron sus maletas, las insultaron y amenazaron. “Hasta entonces no pensaba en la igualdad de género o en el empoderamiento de la mujer”, confesó durante su intervención en la Conferencia de la FIFA por la Igualdad y la Integración. Pero ese día cambié de idea. Por el simple hecho de estar jugando al fútbol, fuimos atacadas. Me convencí a mí misma de que debía defender que la mujer tenía derecho a jugar al fútbol “.  Decidimos con nuestras compañeras que el fútbol no sería para nosotros solamente un juego, sino una forma de levantar nuestras voces en favor de la igualdad de derechos.  Mi madre se unió a nuestro grupo y nos ayudó en la campaña para reclutar nuevas jugadoras y realizar actividades de fútbol”.

Esta situación se convirtió en hecho recurrente, “Los hombres nos insultaban de manera permanente, nos decían que nuestro lugar era en la casa y no en la calle, permanentemente nos amenazaban con golpearnos.  Pero lo peor y lo más triste es que los peores insultos provenían de otras mujeres que nos insultaban con las peores palabras”.

Como parte de su campaña, Khalida y sus compañeras continuaron con su tarea para popularizar el fútbol en otros colegios y la cantidad de practicantes continúo creciendo,” …en esa tarea empezamos a visitar las casas de las jugadoras para hablar con sus padres sobre el fútbol y los derechos de las mujeres, pero la mayoría de las veces nos expulsaban de sus casas y nos llamaban prostitutas”.

Pese a las dificultades, cada vez había más jugadoras y equipos; así que decidieron acudir a la asociación nacional de fútbol para registrar los equipos y solicitar el desarrollo de torneos y la conformación de un equipo nacional.  Sorpresivamente, en la asociación las aceptaron, aunque las razones no eran del todo deportivas, los directivos querían el dinero de la FIFA para el desarrollo del fútbol femenino.  “Nosotras les dimos nuestro presupuesto y ellos nos dieron el derecho a jugar”. Fue así como en el 2005 se registraron varios clubes y en el 2007, en un hecho histórico para el país, se conformó la primera selección nacional.  En ese mismo año el nuevo equipo jugó su primer evento internacional en Pakistán. Luchamos por todo y contra todo. Sufrimos amenazas, discriminación de género, pero seguimos jugando, no solo por las futbolistas, sino por cambiar la situación de todas las mujeres de Afganistán, para que todas tuviéramos voz “.

        

Su vida deportiva y las barreras que enfrentó permanentemente para su realización como futbolista la llevaron a entender que el problema no estaba centrado en el derecho de jugar fútbol, sino que el fútbol era el reflejo de las relaciones sociales y las limitaciones de participación social para las mujeres en su país y en otros países de similar orientación religiosa.

Sin embargo, y paradójicamente, mientras más exitosa era su ruta deportiva mayores dificultades encontraba en su vida social.  En esa época no sólo era mal vista la actividad deportiva para las mujeres, sino que la presión y los comentarios se fueron materializando en amenazas, cada vez más peligrosas.  “nunca ha sido fácil ser una mujer en Afganistán…es una sociedad dominada por los hombres que temen perder el control y el poder sobre las mujeres”.  Los directivos del deporte, que públicamente manifestaban su apoyo, pero a nivel más cerrado, no estaban de acuerdo y procuraron bloquear toda iniciativa de desarrollo del fútbol femenino. Khalida siguió luchando, ya no sólo se trataba del derecho a jugar, sino que estaba decidida a que todas las mujeres tuvieran la posibilidad de jugar fútbol y que las jugadoras de los equipos de las ligas tuvieran salarios justos.  Para esto se necesitaba hacer parte de la dirección del fútbol nacional y fue así como luego de muchas dificultades se convirtió en la primera mujer en ocupar un cargo administrativo en la Federación de fútbol de su país. 

En esa nueva posición Khalida empezó a hablar con la prensa, no sólo sobre los derechos de las mujeres, sino también sobre corrupción y otras situaciones del órgano rector del fútbol en el país.  En el año 2011 y producto de su acción deportiva y social, Khalida empezó a recibir amenazas de muerte que fueron aumentando en su intensidad y frecuencia.  La experiencia le hizo entender que no se trataba de solo palabras y que, si permanecía en el país, su vida corría inminente peligro y tomó entonces una decisión que cambiaría su vida y la de su familia, emprendió un largo camino por hacía el exilio, inicialmente hacia la India a través de Pakistán y luego de varios intentos finalmente logró asilo en Dinamarca.

Estando en los campos de refugiados, pudo observar que muchas mujeres sufrían de estrés y depresión durante el tiempo que se encontraban de la definición de su situación jurídica, muchas de ellas no se recuperaban.  Esto la llevó a crear su propia entidad, Girl Power Organization, con el fin de apoyar a las mujeres en esa difícil etapa, que en algunos casos se prolongaba por años. 

Su permanente lucha por lograr que las mujeres puedan practicar el fútbol la llevó también a diseñar un hijab, prenda que, según la tradición musulmana de Afganistán, debe cubrir la cabeza de las mujeres.  Este diseño permite entonces a las mujeres jugar fútbol sin alejarse de sus creencias como también evitar ser juzgadas y perseguidas por las personas que consideran que no deberían participar de la práctica deportiva.  Como ella misma lo explica; “esta prenda no sólo brinda comodidad física y mental, sino que también, puede salvar vidas ya que, al respetarse la tradición religiosa de cubrir sus cabezas, las mujeres de países musulmanes podrán participar de la práctica”. Ella entiende y explica que todo tiene que ver con la mentalidad de la gente.  La mentalidad de muchas personas influenciadas por una interpretación ortodoxa y del Corán, hace que la posición de la mujer en el país no solo sea de desventaja, sino que tenga muchas limitaciones para su desempeño social.  “Las muertes por honor son comunes[1]

 

Una lesión de rodilla la alejó de las canchas, pero no del fútbol y ha seguido trabajando como coordinadora de fútbol femenino en Afganistány como colaboradora de la UEFA y la FIFA en lograr equidad de género y en el desarrollo de campañas por medio del fútbol.

 

Hoy en día, Khalida dedica su vida a recorrer diferentes escenarios en el mundo en donde no sólo denuncia la situación de las mujeres en Afganistán y en países con similar orientación ideológica, sino que pretende con esta actividad generar mecanismos de presión y estrategias que permitan cambiar esa realidad y considerar así cambios en la sociedad que garanticen la participación plena en el marco de derechos de las mujeres. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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