PAOLA MARTÍNEZ
Paola Martínez nació hace 23 años en Otanche, municipio conocido por
ser una de las fuentes de las mejores esmeraldas del mundo. Una noche, cuando tenía 16 años, viajando en
una motocicleta, sin autorización de sus padres, sin permiso de conducción, y
sin casco protector; tuvo un accidente que le cambió la vida. Debido a la oscuridad, a las malas
condiciones de la carretera y a la alta velocidad que llevaba, en una curva del
camino (del destino) perdió el control y se estrelló de frente contra un grupo
de vacas que se encontraban en la carretera.
En ese entonces Paola estaba cursando
grado 11, “estaba llena de planes, de
cosas por hacer” y preparándose para ingresar a la universidad a estudiar
medicina.
El accidente le generó una lesión de la columna vertebral a nivel
cervical que le produjo cambios significativos en su cuerpo, particularmente la
limitación de su movilidad, el funcionamiento de sus órganos internos y la disminución
de la sensibilidad. El
dictamen médico fue una terrible noticia para su familia, pero sobre todo para
ella, “nunca iba a volver a mover ningún
miembro del cuello hacia abajo”. A
partir de entonces Paola empezó a depender totalmente
de otras personas para realizar cualquier tipo de actividad incluyendo su
desplazamiento en silla de ruedas.
“Para nadie
es fácil pasar de estar bien, es decir hacer todo por sí mismo, bañarse,
cepillarse, cambiarse, trasladarse, entre otras muchas cosas, a pasar a una
silla de ruedas y tener que depender de otra persona hasta para lo más mínimo,
porque nada más terrible que depender de otra persona”.
Así
como le cambió el cuerpo y sus rutinas diarias, así mismo cambió su actitud
ante la vida, ya no era la chica feliz, alegre y sonriente que todos conocían;
se convirtió en una persona triste y sin ninguna expectativa de futuro. La nueva situación de dependencia la llevó a
perder todas sus ilusiones e incluso la llegó a considerar que su vida no tenía
sentido: “…No entendía por qué me había
pasado eso y lo único que quería era morir en ese hospital”
Con
el accidente todos sus planes se fueron al piso, no pudo continuar son sus
estudios y su familia, buscando generarle mejores opciones de desarrollo, se
trasladó a una ciudad más grande, en donde Paola tuvo mejores opciones de
rehabilitación, pero que implicó que todos tuvieran que esforzarse demasiado
para sostenerse económicamente y luego de un corto tiempo tuvieron que regresar
a su pueblo.
Al
cabo de tres años hubo un nuevo traslado, esta vez hacia Bogotá en donde tuvo
acceso a terapias más especializadas.
Fue allí en donde conoció a otras personas con condición similar hecho
que le permitió ver las cosas de otra manera y en la medida que iba logrando
mayores rangos de movimiento y que lograba algunos niveles de suficiencia para
la vida cotidiana, se fue dando también una transformación interna, se fue
haciendo más fuerte.
Durante
las jornadas de terapias conoció a un jugador de la selección nacional de rugby
en silla de ruedas, deporte del que ella, como la mayoría de la gente, nunca
había escuchado. El jugador le contó
sobre el rugby, la rigurosidad de los entrenamientos, la dinámica de las
competencias y de cómo a través de las prácticas se lograban mejorías a nivel
físico y a nivel psicológico. A Paola le interesó todo lo que le relataron, pero
lo que más le llamó la atención fue que a pesar de que la lesión de él era
mucho más compleja que la que ella había adquirido, el deportista evidenciaba
mayores rangos de movimiento y lo más interesante, era que él se movilizaba
solo por la ciudad, sin necesidad de alguien que lo apoyara. Otra de las cosas que más le causó curiosidad
es que el rugby es un deporte mixto, es decir, que no hay equipos masculinos o
femeninos exclusivamente, sino que en la cancha compiten hombres y mujeres en
igualdad de condiciones.
El
jugador la invitó a observar un entrenamiento y en caso que decidiera practicar
se uniera al equipo. Fue así como
decidió acudir a la práctica para entender mejor qué era aquello del rugby en
silla de ruedas. En ese momento ella no
sabía que esta invitación le cambiaría la vida nuevamente.